Los prisioneros ingresados en Villa Grimaldi permanecían ocultos del mundo exterior y
padecían la tortura en forma permanente.
Las vejaciones y la humillación eran el trato cotidiano. Los agentes de la DINA tenían
poder de vida y muerte sobre los prisioneros y el ensañamiento no tuvo límites.
Pocas veces la historia de la humanidad ha registrado cuán bajo puede descender el hombre
y cuanta vileza es capaz de desarrollar, como decía Bertold Brecht "la bestia inmunda
está aún viva".
Así como la villa fue testigo de las más grandes vilezas, también fue testigo de los más
sublimes actos de estoicismo y valor, de solidaridad y fraternidad.
De tanta carne martirizado el espíritu se elevó a niveles difícilmente alcanzables y cada
uno de los sobrevivientes guardará durante toda su vida este episodio lastimoso, pero en
donde la dignidad no se dejó pisotear pese a la bestialidad.
Allí nacieron relaciones humanas que perduran más allá del tiempo y del espacio, gestos
solidarios o de simple piedad que sólo pueden brotar en circunstancias límites y cuando
la adversidad es la sola compañía.
Muchos de los que allí se cruzaron nunca más volvieron a encontrarse y los que
sobrevivieron guardan aún intactos recuerdos imperecederos en los que prevalecen
los más altos grados de humanidad.
Los sobrevivientes testimoniaron sobre los maltratos y los ojos atónitos de la humanidad
entera tomaron conocimiento del horror. La dictadura se vio obligada a disolver la DINA,
a cerrar Villa Grimaldi y posteriormente, en un vano intento, demolió la construcción para
borrar sus huellas. Pero todo su afán fue inútil.
PARQUE POR LA PAZ VILLA GRIMALDI
Amplios y variados sectores de la sociedad civil se mostraron vigilantes y un día la Villa Grimaldi fue rescatada y pasó a poder público, siendo posible levantar sobre sus ruinas este moderno parque, que está allí para preservar la memoria y testimoniar que el horror existe, pero que también tiene un fin.
El parque simboliza entonces el fin y la condena de un pasado siniestro y también el inicio de una nueva etapa en la vida y en la convivencia de Chile como nación.
El día de la inauguración oficial del parque, el 22 de Marzo de 1997, un segmento del pueblo chileno, aquel que sufrió en carne propia todo el horror, la humillación y el desconocimiento oficial de su existencia, pudo testimoniar al fin su verdad, su innegable verdad.
La noche víspera de la inauguración, una tempestad eléctrica como nunca antes se abatió sobre Santiago.
Los elementos desencadenados presagiaban, cuales dioses, que la jornada a venir sería de expiación de una parte de la historia de Chile que los poderosos quisieran borrar y olvidar.
Los hijos de las víctimas se preocuparon de clausurar para siempre la entrada y sellaron el fatídico portón, con una cadena y un candado de hierro, para que nunca más transite por él persona alguna.
Las llaves fueron depositadas en las manos del sacerdote José Aldunate, cristiano ejemplar, cuya conducta como defensor de los derechos humanos y de los pobres le ha ganado un lugar privilegiado en el seno de la sociedad chilena.
Los muros fueron demolidos, de lugar de ocultamiento, de cómodo escondite para trabajos sucios, la villa se transformó en parque abierto, con mucha luz, justamente lo que más añoraban los prisioneros: la luz y el aire.
Simbólicamente una "machi"(3) encabezó el desfile y fue "limpiando"la tierra y el agua, purificando el terreno testigo de tanto horror. No se podía reocupar este lugar sin su necesaria purificación en la más pura usanza y tradición de nuestro pueblo mapuche.
Todos los que pudieron se juntaron para mostrar su dolor, para vivir el dolor entre iguales, todos hermanos de un mismo sentir. Pero no dolor morboso sino dolor que cura del dolor, que reconforta el corazón y permite al fin respirar y sentir que el alma se libera y la conciencia puede tomar reposo en un renacimiento purificador.
Por fin fuimos de nuevo seres, existimos, estamos y podemos proclamar al mundo: sí, aquí estuvimos y aquí estamos, somos el testimonio viviente de un pasado que no debe volver nunca más.
Las generaciones venideras tendrán un lugar de peregrinación ya que nadie podrá negar que lo que ocurrió, ocurrió y este parque, con el tiempo, devendrá un hito histórico y etapa obligada en el periplo permanente de la defensa de los derechos del hombre en América y en el mundo.
|